Estado de calma

26 10 2015

calma2

Cuando vemos que alguien atraviesa una situación complicada, o está viviendo alguna turbulencia interna, lo primero que nos surge es intentar calmarlo antes de ayudar a buscar cualquier solución. De forma instintiva, sabemos que el estado de calma ayuda a estabilizar la mente y nuestras emociones.

La vida de prisas y operar con una baja energía de corazón dando mayor espacio al hacer que al ser, es comparable a un vehículo que circula muchos kilómetros con poco aceite. Seguir sin lubricante, aumenta el riesgo de vulnerabilidad y mal funcionamiento. Aprender a enfrentar la vida desde un estado de calma puede ayudar a aumentar el nivel de cuidado y de cariño hacia nosotros, y en nuestras interacciones. También a sentir una mayor calidez y conexión con uno mismo y con los demás. Por supuesto, a reducir el nivel de estrés o ansiedad.

Cuando estamos en niveles altos de ansiedad o estrés, hay una parte de nuestra identidad conectada al instinto, que nos hace responder de forma automática y vehemente ante situaciones que nuestra lógica asocia a circunstancias diversas: luchar para sobrevivir o no perder lo que se tiene; sentirse protegido y seguro, competir para ser valorado; y relacionarnos para aminorar el sentimiento de vacío.

Cuando operamos en modo calma es más fácil darse cuenta de dónde se encuentran nuestras fronteras actuales, y  mantenerse disponible en una actitud que recree mayor fluidez y liviandad en nuestra rutina diaria.

La fluidez es un resultado de mantener la calma, y equilibrar la cooperación entre la mente, las emociones y el cuerpo. Cuando estamos en calma, es más fácil observar y darnos cuenta de nuestros análisis y juicios, y las emociones en las que desembocan, si los alimentamos. Cuando perdemos la conexión con nuestro centro, la mente y las emociones pueden volverse caóticas y obsesivas hasta conducirnos a situaciones de estrés, y sus consecuencias físicas.

Operar en modo calma no sugiere ir despacio, ni tampoco estar en relajación permanente. Significa una mayor atención para calmar nuestro lenguaje interno y corporal. Las reacciones mecánicas son producto de no observarnos y no cambiar la lógica de la percepción que estamos teniendo acerca de algo. Practicar la calma interior consciente es un preámbulo para prepararse ante lo que llegue, ya que nos conduce ante nuestra propia presencia, y también a ser más capaces de soltar y dejar ir pensamientos improductivos, consecuencia de repetir patrones neurológicos, y dejar espacio a que surja algo diferente y nuevo desde el no juicio y la intuición.

Técnica para encontrar mayor calma interior:

calma

1: Si estás mal, reconoce donde están tus fronteras. Date cuenta de lo que estás sintiendo y métete de lleno en la experiencia de sentir lo que sea: frustración, impaciencia,  ansiedad, enojo, apatía, tristeza, crítica, enjuiciamiento, etc… No quieras cambia ningún sentimiento. Tan sólo observa y se consciente de tus límites en estos momentos. Acéptalos sin hacer valoración alguna.

2: Toma un tiempo para respirar y llevar tu atención a la inhalación y a la exhalación del aire en el centro de tu pecho. Imagina que estás respirando desde tu corazón y deja que el ritmo baje, siendo cada vez más lento…   En cuanto pones tu atención en la respiración, el ritmo del corazón se estabiliza y ayuda a restablecer un equilibrio y calma entre tu mente y emociones.

3: Cuando estés haciendo la respiración centrada en el corazón, imagina que con cada inhalación, atraes hacia ti un sentimiento de calma interior, infundiendo equilibrio y autocuidado. Y, con la exhalación, sueltas y das salida a lo que no necesitas tener en ti. Cuando tu respiración se hace más tranquila, tu mente y tus emociones se tranquilizan también y el circuito mente-emoción-cuerpo se reequilibra.

4: Cuando los sentimientos estresantes se han calmado, haz la intención de mantener tu estado de calma al retomar tu actividad diaria. Si, a lo largo del día, surge algo que te saca de ese estado, simplemente, se consciente de ello, y retoma tu intención de soltarlo. Sitúate en un punto de neutralidad «0». No fuerces nada; no intentes tampoco arreglar nada; sólo quédate en ese estado de quietud, en tu respiración. Un estado que te ayudará a discernir mejor tu percepción y, quizás, poder hacer alguna torsión. Un cambio de perspectiva.

Este ejercicio no busca solucionar nada; sólo ayudar a entrar en un estado que favorece la observación y la atención plena en nuestros pensamientos y emociones. Sin juzgar si es bueno o malo; sin querer cambiar la realidad del momento que uno vive. Sólo a través de darnos cuenta de nuestro patrón de funcionamiento y de reacción, que no es sino la expresión de una percepción y unas circunstancias, podamos abrazar y soltar a un tiempo cuanto creemos ser. Podamos darnos cuenta de que somos y no somos al tiempo. Desde la nada, desde el vacío, podamos comenzar a expresarnos con mayor intuición y claridad.

El estado de calma ayuda a tomar conciencia de nuestra naturaleza mental y emocional y, quizás, entender lo que hay detrás, aunque el primer objetivo es conseguir un equilibrio que nos ayude a prevenir y eliminar el estrés y algunos escenarios incómodos.

Cuando estamos en estado de calma, nos predisponemos a estar abiertos. Y entonces “buscar” da paso ”a encontrar”. “Hacer” da paso a “estar disponible”. Algo que nos facilita entrar en contacto con una mayor libertad interior, y una conexión más genuina con nuestra autenticidad y la de otros.





Una relación valiente

29 03 2013

Una relación es siempre un espejo donde mirarnos y aprender de nosotros.

Puedes detectar en qué punto están tus relaciones siguiendo los 7 estados de una relacion valiente:

1.- Reconocer lo que está pasando.  Darse cuenta del estado de la relación y de nuestro comportamiento. Si aparece un juicio respecto al otro, creemos que hay algo que cambiar lo que nos lleva a meternos en una burbuja donde reside nuestro punto de vista, nuestra verdad absoluta, acerca de nosotros y de los demás.  “Atención»

2.- Aceptación.  No pretender cambiar lo que es la relación. Ser valiente para hacer frente a lo que hay; no esquivarlo, dejarse sentir cómo es estar dentro de ella, tal cual es. Aceptar lo que es, sea lo que sea, y decidir libremente si quedarse o marcharse. Cuando aparece un juicio (queja, excusa, crítica, duda…) no estás disfrutando de la relación. “100% de aceptación»

3.- Fascinación. Descubrir con curiosidad lo que está surgiendo de la relación. Dejarse fascinar por lo que se va descubriendo de la otra persona y de la relación. “Admirar y reconocer” 

4.- Apreciación. Incrementar la aceptación. Cada paso facilita abrirse más. “Sentir»

5.- Disfrutar. Ese punto donde me suelto, en el que me dejo llevar por lo que estoy sintiendo. Si no puedo disfrutar, vuelvo hacia atrás al paso de aceptación. “Fluir»

6.- Implicación.  Muestro como soy. “Me doy»

7.- Participación. En este paso dejamos que  la relación tome el mando. Aquí no hay ego, hay intercambio. «Estoy en la relación»

Suede: It starts and ends with you





¿Deseo, de verdad, ese objetivo?

1 01 2013

Estamos en ese momento donde todos nos planteamos objetivos nuevos para el Año que entra. Ya sabemos de la conveniencia de elaborar una lista de propósitos que queremos llevar a cabo; sin embargo, lo que no solemos hacer es el ejercicio previo de analizar si lo que pedimos lo deseamos profundamente. A veces, perseguimos objetivos que no deseamos, y lo que realmente nos gusta es luchar por conseguirlos o, bien,  en nuestro interior, existe la creencia de no sentirnos merecedores de conseguir aquello que anhelamos.

¿Cómo tener claro lo que queremos? La intención es lo más importante y empieza por el deseo. Hay que sentir un verdadero deseo de crear o tener lo que queremos materializar. La palabra deseo es una sensación intensa y clara de albergar un propósito, no un deseo ansioso o una dependencia. Entonces, lo primero que nos tendríamos que plantear es: ¿de verdad, deseo en mi corazón que ese objetivo se realice? Segunda cosa que es desarrollar la confianza. Cuanto más confianza se tenga en el objetivo elegido y en la posibilidad de alcanzarlo, más seguro se estará de conseguirlo. La pregunta que hay  que hacerse es: ¿realmente creo que me va a ser posible conseguirlo?

Y, por último, estar dispuesto a aceptar lo que se pretende. Cuántas veces queremos algo y cuando lo tenemos ya no nos interesa, o la responsabilidad de tenerlo nos abruma.  Entonces, ¿estoy totalmente dispuesto a tener lo que pido, con todas sus consecuencias?

Cuanta más clara sea nuestra intención, más rápido y fácil será que el universo se ponga en marcha para ayudarnos a conseguirlo. Una vez hayamos hecho sea ejercicio podemos visualizar lo que deseamos, imaginando, recreando la escena como si ya lo tuviéramos y actuando nosotros en ella.

Si tenemos clara nuestra intención, no puede dejar de hacerse realidad y, si no estamos convencidos, pensemos en algún momento de nuestro pasado, donde conseguimos algo que deseábamos tener. ¿Cómo sentíamos ese deseo en nuestro interior; cómo de confiados nos sentíamos y cómo de dispuestos para afrontar su llegada? Eso mismo, es lo que tenemos que traer a nuestro momento actual a la hora de abordar nuevos deseos para el Año.

Cuántas veces decimos nuestra intención en base a lo que queremos dejar y qué poco en base a lo que queremos lograr.  En vez de decir voy a dejar de….  Nuestro deseo podría ser voy a empezar a: respirar mejor, estar más ligero, estar más relajado, contar con más energía, disponer de más recursos, disfrutar de la actividad que hago, etc.

Recordemos que todo cuando creamos primero lo hacemos en forma de pensamiento. Entonces, lo primero y más importante es observar la forma en la que pensamos. Qué actitud de pensamiento mostramos de forma habitual: optimismo, seguridad, confianza o negatividad, inseguridad, incredulidad, indiferencia. Porque eso es lo que nos va a dar la clave de por qué es más o menos difícil hacer realidad nuestros deseos.

Una vez clarificada nuestra intención –deseo, confianza y aceptación- algo fundamental es no aferrarse a lo que queremos; se trata de relajarse, ya hemos sembrado, y dejar que el proceso siga su curso sin obsesionarse con el resultado. Dejar de hacer y dedicarse más a ser. Hay una metáfora que expresa esto con mucha claridad:

“Imaginemos que la vida es un río. La mayoría de la gente se aferra a la orilla, temerosa de soltarse y arriesgarse a ser arrastrada por la corriente. En un determinado momento, debemos estar dispuestos a soltarnos en la confianza de que el río nos lleve sanos y salvos. Si es así, es porque hemos aprendido a “dejarnos llevar por la corriente” y es una sensación maravillosa.

En cuanto soltamos nuestras ataduras y nos acostumbramos al fluir de la corriente, podemos mirar hacia delante y marcarnos nuestro propio rumbo, sorteando obstáculos –siempre aparecerán pero los reconoceremos- y adentrándonos por los canales, los brazos del río que prefiramos si, por ello, dejar de ir con la corriente”.

Es el primer día de un Nuevo Año, y un buen momento para soltar ataduras y fluir con la corriente. ¿En qué podemos disfrutar siguiendo el curso de lo que es y, al tiempo, dirigirnos hacia nuestros objetivos poniendo toda nuestra intención en lo que deseamos que sea nuestra vida?

No olvidemos la confianza y la fe en lograr nuestros propósitos: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” Mateo.

Dejemos que la vida nos bese.